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Ecos

Sin rastro de Dios V

28 septiembre 2006
...esto viene de...


A Pilar y a Sonia les encantaba observar a la gente, les gustaba sentirse especiales en un mundo de prisas, les gustaba sentir que ellas estaban reflexionando sobre la vida, sobre la sociedad, al observar a la gente pasar, o esperar a alguien. Todo el mundo lleva prisa, nadie se detiene a mirar a la gente a los ojos a la gente que se cruza, apenas miran al frente para no chocar con nadie, en realidad no se dan cuenta de por donde van, cualquier día despiertan y no saben como han llegado a ser como son. Ellas no se sentían así, plantearse ese tipo de cosas ya te debe hacer evitarlas ¿no?

Algunos días, en lugar de sentarse en un banco del parque se iban al mirador. Allí podían ver todo desde un punto de vista más lejano, podían el ajetreo de la ciudad como un conjunto, como unas grandes corrientes marinas que se mueven a traves de las calles, y cuando se aburrieses, se podían sentar tranquilamente a hablar, lejos del ruido de la ciudad. Este día ya se habían cansado de mirar y filosofar, se dedicaron a hablar de chicos, de la facultad, de sus familias o de los cotilleos entre sus amigos.

—Mira el macizorro que viene por ahí.

—Parece un poco mayor ¿no?

—Bueno, mejor ¿no?, así no es un inmaduro como todos estos.

El hombre se acerca al mirador, pasa por su lado y las mira tímidamente, casi furtivamente, su cara refleja cierta tristeza contenida. El hombre lleva un brazo vendado. Ellas por su parte simulan que estan hablando sobre algo. Finalmente el hombre se asoma al mirador y se queda mirando la ciudad, ensimismado y con gesto sombrío.

—Bueno, no está mal, pero sigo pensando que es un poco mayor. Además esta lisiado.

—No es tan mayor, tonta, tiene que tener treinta y pico.

—Yo le hecho treinta y cinco.

—Pues eso, treinta y cinco. Vamos, que todavía puede dar mucho de sí —dice mientras hace una mueca.

—Parece triste, ¿verdad?

—Hija, no sé. Lo mismo siempre tiene esa cara agria.

—No es agria, es... de tristeza. Se le nota que algo le esta destrozando por dentro.

—Le quitaba yo las penas en un momento.

—Joder, Pilar, ¿podrías dejar de pensar en sexo? Pareces un tío.

—¡Baja la voz! Que nos va a oir.

—¡Qué nos va a oir! Si está ensimismado en sí mismo. Yo creo que se ha olvidado de que estamos aquí.

—¿Y tú qué crees que le ha puesto tan triste?

—Pues veamos... seguro que es por alguna chica.

—Yo creo que se ha muerto alguien de su familia.

—¡Hala! ¡Qué bestia eres!

—Que sí, que sí. Su hermano menor, con el que iba a pescar de pequeñito, está pensando en el día que pescaron ese pez tan grande, su hermano reía y reía mientras corría a enseñarselo a su padre, decía: "mira papa lo que ha pescado Juan", y Juan se sentía orgulloso y miraba a su hermano encantado. Bueno, porque se llama Juan, está claro, tiene cara de Juán.

—¡Qué imaginación tienes! Pues yo le veo cara de Jaime. Y no creo que se haya muerto ningún familiar suyo, yo creo que es por su mujer, porque está casado, mira el anillo que lleva puesto, y no deja de mirarselo y tocarselo. Seguro que es un problema con su mujer.

—Oh, ¡que observadora!

—Pero fíjate, no tiene un gesto de rabia, no parece que le hayan traicionado, sencillamente está hundido, seguro que lo que pasa es muy grave porque sencillamente está triste porque sabe que tiene la culpa, o cree que la tiene. Está mirando el vacío. Quizá ella se ha acostado con su mejor amigo, pero él siente que ha sido por su culpa, porque no le ha dado lo que ella necesita. ¡Qué tierno!

—Me asustas. Parece como si pudieses saberlo todo de alguien sólo con mirarlo.

—Claro que no. Sólo estoy aventurando.

-¿Y lo del brazo? ¿Está relacionado con la historia entre su mejor amigo y su mujer? Yo creo que se lo hizo dándole un golpe con mucha rabia a algo cuando se enteró de la muerte de su hermanito.

-No, no. Se pelearon él y su mejor amigo porque en el momento en que lo supo no pudo contenerse y fue a por él, pero salió mal parado. O tal vez no, tal vez su ex-mejor amigo haya salido peor.

—A mí me sigue convenciendo más mi versión. Voy a hablar con él.

—¿Tú estas loca? Si no lo conoces de nada.

—Claro, si lo conociesemos no tendríamos que estar elucumbrando chorradas.

Pilar se levantó decidida y se acercó a él.

—Perdón, ¿tienes fuego?

—Sí, claro. Un momento. Toma.

—Muchas gracias... —y hace un gesto indicando que no sabe su nombre.

—Sebastián.

—Bonito nombre, mi hermano se llamaba así.

—¿Se llamaba?

—Sí, es que murió en un accidente el año pasado.

—Ah, lo siento mucho.

—Gracias —se queda un momento callada— bueno, yo voy a ir con mi amiga —dice señalando a Sonia.

—Sí, sí, claro —asiente Sebastián, y rápidamente se centra de nuevo en el horizonte.

Cuando Pilar llega junto a su compañera sentencia:

—Ganas tú, su hermano no se ha muerto y seguro que algo le pasa con su mujer, o es gay, porque ni me ha mirado las tetas.


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Gritó Frozen a las 8:36 p. m.

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