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Ecos

Escondida

14 julio 2006
Se pasa las 24 horas del día escondida en un armario. Entre la lejía y un brik de leche.
Se alimenta de una caja de galletas y de litros y litros de leche semidesnatada, y parpadea al ritmo del reloj de la cocina. Tic-tac.
Sólo se mueve del armario para mirar por la mirilla cuando pasa por delante de su puerta.
Puede olerle. Puede mirarle. Pero no puede tocarle. Y saborearle da miedo. Su sabor intenso seguro que acaba mareándola.
¡Está cerrando la puerta!
Ella, descalza, en bragas blancas (de 3 tallas más porque son las únicas que le quedan limpias hasta que vuelvan sus padres), corre a la puerta. Y al pasar, cree que ha visto el reflejo de su ojo azulado.
¿Le sigo? ¿Qué hago? ¿Me visto?
Millones de preguntas con una sola respuesta: Ya es demasiado tarde, Cristina.
Así que da la vuelta, con sus bragas blancas y gigantes, sus muslos chorreando leche y las miguitas arañándole la piel. Se mete en su armario, entre la botella de lejía y el brik de leche semidesnatada. Y espera a que vuelva de donde quiera que vaya...

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Gritó Pat Robles a las 1:28 a. m.

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