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Ecos

Caja de cerillas (2)

19 julio 2006

...esto viene de...

Terminaba el bocadillo con desgana, y se acababa sin darse cuenta la cerveza. El propietario era ya un cincuentón que le fueron matando a disgustos a partes iguales sus hijos y sus dogmas, las hipotecas y la rutina hacían el resto para mantenerlo activo.

- Juan, otra cerveza haz el favor.

Le miró con el suficiente desprecio para que fuera patente, mientras llenaba el vaso la mirada se fue convirtiendo en resignación. Limpió como acto mecánico las gotas que habían caído en la barra y se dirigió hacia el cliente.

- Ahí la tienes, ¿Qué, otra vez a la cuenta, no? – el tono de voz fue lo suficiente alto para que lo escucharan los de alrededor, pero no se le podía considerar un vociferio.

- Hombre, ya sabes que la cosa anda tiesa, ya te pagaré. Tú, tranquilo, que soy de fiar, que me conoces desde crío joder.

Sin terminar la frase el dueño ya se había marchado a atender otro cliente, demasiadas veces la misma historia en sus oídos. Aunque era cierto extrañamente en aquel caso, la máxima cuenta fue de dos semanas, ojala todos fueran como él barruntaba el viejo mientras servía un cortado a un señor trajeado.

- Ese viene al lío – se lo susurró el vecino de bocadillo que estaba a su derecha, un tipejo delgado, con el pelo sucio, sin camiseta y que fumaba sin filtro.

- Ese es gilipollas Miguelito. Tan gilipollas que ni se molesta por su vida, y no lo digo porque se vaya de putas, sino porque no esta atento. Fíjate, el móvil, en el bolsillo delantero de los pantalones y la cartera, viene con la puñetera cartera, desde aquí se la noto, en el bolsillo interior de la americana. A éste le saco yo hasta el coche. – Se giró hacía la ventana, recorrió con la vista de izquierda a derecha todo lo que alcanzaba de calle, sonrió maliciosamente mientras le hacia una seña a su amigo.

- Mira el jodido, hay que tener cojones para presentarse aquí con un descapotable.

- Un gilipollas, a éste le enseñaron que dos más dos hacían cuatro. – Se levantó con la cerveza en la mano y los ojos felinos. Tras cuatro decididos pasos se sentó al lado del hombre trajeado. Cogió el periódico, lo abrió por la contraportada, era una fina manía que le contagió su abuelo cuando aún le caían los mocos.

Miraba el reloj cada vez más a menudo, y acto seguido se giraba hacia el portal de la finca, los sudores se hacían patentes en su frente y el nerviosismo en sus dedos que se movían demasiado para no hacer nada. Al darse cuenta de que tenía alguien al lado, leyendo el periódico, quiso, de reojo, echar una ojeada, no le interesaba lo más mínimo pero pensó que así se le pasaría más rápido el tiempo de espera.

- Estamos nerviosos eh

- Perdón, ¿Cómo dice?

- Venga chaval, tomate el cortado y te acompaño, que todos los que estamos aquí sabemos a que vienes, y hay incluso padres de las criaturas. - Era mentira, aunque eso intranquilizo aun más al joven con gafas de sol graduadas, miró de un vistazo rápido pero lo suficientemente lento para observar la mirada del resto de clientes y en más de ellos le pareció ver una rabia peligrosamente contenida. -

- ¿Usted vive en esa finca, las conoce?

- Si, vivo en el piso de debajo, venga, que se nos van a comer aquí las moscas… Anda chaval paga también lo mió. - Mientras pagaba, Andrés, se acerco a Miguel y le susurró algo al oído. -

Abrió la puerta y le dio pie a que pasase, fue hacia el único ventilador que había en aquella casa, un viejo y sin protector ventilador de pie de tres velocidades, lo encendió, miro a su invitado y se fue hacia la nevera.

- ¿Una cerveza? - Le preguntó mientras parecía tener la cabeza dentro del refrigerador - Eh… cierra la puerta anda. - Viendo que no respondía alzo la cabeza por encima de la puerta del electrodoméstico y llamando su atención le alzó tímidamente la voz a la vez que le lanzaba una orden.

- Sí, claro, gracias.

Cuando fue acercarle la botella, un quinto tradicional, se quedó a un palmo de él. Mirándolo fijamente, estudiando su mirada, pero enseguida dio dos pasos hacia atrás, ya tenía lo que quería, no pensaba que fuera tan fácil, se asombraba aún de cierta gente, en aquella ocasión pensó en bendita sorpresa. Le asustó, escuchó una puerta abrirse del edificio, la ansiedad hizo el resto.

- Bueno, creo que ya… debo subir… yo… - No se decidía por ningún final convincente para esa situación -

- Bien chico, lo entiendo… disfruta y un consejo, cuida más de tí

- ¿Cómo dice?

- Nada, déjalo, dame la cerveza anda que arriba te esperan y yo tengo que hacer varias cosas.

...sigue leyendo...

Gritó Casshern25 a las 3:44 p. m.

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